Felicidades señor Presidente Rafael Correa, felicidades por haber superado la dura prueba en que lo coloco el deber y la responsabilidad con su patria.
¿Qué de especial pueden tener estas palabras?, muy parecidas a las que de seguro haya escuchado el mundo por estos días…, pues que provienen de un cubano, nada especial podría pensar usted señor presidente, cuando de seguro muchos cubanos lo han felicitado por su viril actitud y por la victoria democrática del pueblo ecuatoriano.
Quizás lo único especial de esta felicitación sea que proviene de un cubano diferente, explicada por la pobre condición en materia de derechos y privilegios, comparados a la minoritaria pero poderosa clase oficial de cubanos de nuestra sociedad.
Pero no serán mis quejas, que bien pueden ser los gritos de millones de cubanos sin voz, las que perturben la alegría que usted y su pueblo deben sentir con toda justicia en estos momentos, los cubanos de mi categoría nos sumamos a su felicidad por la victoria de la democracia y el estado de derecho en su país y una vez más les felicitamos.
Entonces ya debía dar por terminada esta carta, cumplido el deber de felicitarle ¿qué más pudiéramos decir?
Pero sería deshonesto y hasta indecoroso no hablarle de sentimientos que también asomaron a nuestra mente al escucharlo en su discurso de celebración por la victoria, es un deber decirle que unido a la alegría y la emoción por su triunfo sentimos tristeza, una profunda tristeza, la que solo por su hondura proviene del estado de los que ven celebrar la libertad y carecen del derecho a sentirla por sí mismos.
¿Nos comprende usted señor Presidente?, ¿cómo es posible unir dos sentimientos tan opuestos, la tristeza y la felicidad?
Quizás las pocas horas vividas por usted privado de la libertad y enfrentado a los barbaros que querían saltar sobre la democracia y el estado de derecho en su país le puedan dar una pequeña muestra de lo que quiero decirle, usted dijo sentir tristeza cuando vio amenazada la democracia e inmediatamente sintió la más grande de las felicidades cuando vio como esta triunfaba sobre la infamia.
Su probada inteligencia y su respeto hasta ahora inmaculado a la democracia y a la pluralidad política, le pueden dar una leve señal de lo que sentimos los cubanos de mi categoría, al presenciar el triunfo merecido de la libertad y la democracia en su pueblo y sentir a la vez la más grande de las penas, sabiendo que para nosotros ese derecho que nos convierte verdaderamente en humanos está vedado.
Le confieso presidente que soy revolucionario, o al menos me parece serlo, aunque algunos de mis compatriotas, usurpadores de ese apellido que caracteriza a los hombres amantes del progreso y de la libertad, nos hayan quitado también la posibilidad de ser catalogados como tal, también le confieso presidente que soy enemigo del sistema socialista impuesto en mi patria, no por odio a la justicia que dice defender, sino por sufrir como parte de mi pueblo de las injusticias con las que pretende justificar sus aparentes humanos propósitos, naci y he vivido siempre en un sistema que dice llamarse socialismo, y tristemente debo reconocer que no conozco la libertad, bueno al menos no la he podido vivir ni sentir en mi propio país.
Si me concedió el honor de haber leído hasta aquí, comenzara a pensar con mi última afirmación que soy uno de esos muchos cubanos inundados de odio con los que conversar es imposible y que todo lo que se derive del actual gobierno lo ve mal. No presidente, aunque justificadas razones no me faltarían para serlo, porque no hay mayor crimen que privar de la libertad a un pueblo, y no hay mayor ni mas justificado rencor que el que se siente contra quien comente tal salvaje e incivilizada fechoría, José Martí a quien admiro y considero el más grande de los cubanos en una carta a su madre afirmo, ¨el amor madre a la patria no es el amor ridículo a la tierra ni a la hierba que pisan nuestras plantas, es el odio invencible a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca¨.
Escuche su discurso inmediatamente después de liberado, me impresiono su inmenso valor patriótico y su civismo, me impacto sobremanera su profundo dolor por la muerte inútil de ecuatorianos, era evidente que sentía una honda tristeza por ese derramamiento de sangre de sus compatriotas. Usted dijo haber llorado, no solo por los que le defendieron sino también por los que equivocadamente pudieron actuar en su contra, usted es el presidente de todos los ecuatorianos y un presidente debe amar y sufrir por todos sus ciudadanos, no solo por quienes le apoyan políticamente.
Presidente, al oírlo en este punto la tristeza me abrumo, imágenes de recientes golpizas contra mujeres cubanas indefensas a manos de hordas promovidas y respaldadas por quienes debían impedirlo, recuerdos de la separación política de mi pueblo, de la separación familiar más despiadada, que ya se extiende por más de 50 años, solo por haber tenido la mala fortuna de tener un presidente y un sistema social para algunos y no para todos los cubanos.
La calle es de los revolucionarios, “patriótica afirmación podríamos decir, si no escondiera en sí misma una despiadada justificación para reprimir a los cubanos que no piensan igual al gobierno actual” y que sirve a la vez para tratar de justificar la injusta segregación política que hemos sufrido.
Pero reflexione en este detalle señor Presidente ¿Quien define quien es o no revolucionario en nuestro país?, ¿cuánto ha cambiado esta definición en los últimos 50 años?, le aseguro que al principio eran considerados revolucionarios los cubanos demócratas, que defendían la libertad de expresión, los que defendían la independencia, la soberanía, los que aspiraban con el triunfo revolucionario regresar a la Constitución del 40 y todos los que no aceptaban el inconstitucional y dictatorial gobierno de Batista. Poco tiempo después del triunfo los revolucionarios pasaron a ser los que aceptaban sin reservas al sistema socialista, que hasta ese momento era considerado enemigo de la libertad y de la democracia de los pueblos, incluso hasta por buena parte de los que arriesgaron y ofrendaron sus vidas durante la epopeya revolucionaria contra la dictadura batistiana, también todos los que cerraron sus ojos y callaron su boca ante el gravísimo hecho de que Cuba se convertía en una base militar soviética, adonde estos ¨justos imperialistas¨ colocaron con la complicidad y la aceptación del gobierno revolucionario, y de forma totalmente clandestina al pueblo, armas de destrucción masiva, poniendo a todo el país al borde de la desaparición y al mundo a las puertas de una guerra nuclear de nefastas consecuencias prebisibles. Pero siguió pasando el tiempo y fueron catalogados revolucionarios quienes no veían los defectos crecientes del sistema, quienes no querían percatarse por miedo o por irresponsabilidad de las locuras de nuestro gobernante en el ámbito económico, político y social, quienes fomentaban y alimentaban el odio hacia los demás cubanos que no pensaban igual que los ¨revolucionarios¨ y apoyaban la represión que sufrían los que se decidían a ser diferentes, dentro de una revolución que a esas alturas había olvidado el derecho que tienen los seres humanos a la libertad, fueron considerados revolucionarios, desde aquel momento, quienes olvidaron que el sueño inicial fue la democracia y que la base de la democracia es la pluralidad política unida a la participación ciudadana, y obviaron que un gobierno victorioso sobre un dictador de 7 años demoro más de 26 en celebrar las primeras elecciones políticas de su historia y solo lo hizo cuando ya la calle era de los ¨revolucionarios¨ y no existía ninguna otra posibilidad de que fuera diferente. Pero siguió pasando el tiempo y después eran revolucionarios quienes ya cumplían con todos los demás requisitos anteriores y además sumaron a su olvido, ya evidentemente por hipocresía, que la Unión Soviética fue algún día nuestro paradigma político, que China fue en cierto momento catalogado enemigo del socialismo, que habíamos jurado jamás claudicar con la economía capitalista, que el dólar había sido por muchos años penalizada su tenencia para después pasar a ser por su importancia casi nuestra moneda oficial, que algún día juramos igualdad social, revolucionarios empezaron a ser considerados los que no recordaban que otros cubanos habían sido algún día expulsados de sus trabajos y maltratados física y psicológicamente por el solo delito de querer emigrar de Cuba, revolucionarios eran los que no querían recordar que Marx y Engels ocuparon por casi 30 años el lugar que le corresponde en nuestra historia a los próceres latinoamericanos.
Parecía que al calificativo de revolucionario no le cabria una deshonra mas o un olvido mas, pero que sorpresa… actualmente ser revolucionario también incluye aceptar a ciegas que más de un millón de compatriotas pierdan sus trabajos, ver en esta salvaje solución técnica económica la única posibilidad de mejorar a quienes se salvarían de tener tal infortunio, y ninguno de esos llamados revolucionarios, de los cientos de miles de ¨comunistas¨ con que cuenta el partido levanta su voz para defender a aquellos que no tendrán la suerte de estar entre los elegidos para continuar trabajando, revolucionarios son ahora los que continúan ciegos y mudos ante lo mal hecho en nuestro país, sobre todo cuando proviene de sus líderes amos, y se vuelven violentos inquisidores de los problemas de otros países.
Presidente, en Cuba quien dicta y define, ¿quién es o no revolucionario?, y ¿qué cosa es ser o no revolucionario? es quien manda, y usted sabe porque es conocedor de la historia, que en los últimos 50 años siempre ha sido la misma persona, el mismo partido y el mismo tipo de revolucionario quien lo ha hecho.
Es un privilegio para un revolucionario como yo no ser catalogado como tal por quienes en mi patria han usufructuado tal calificativo de forma tan deshonesta por tanto tiempo.
Qué tristeza Presidente, de haber tenido nuestro país un líder verdaderamente revolucionario, como aparenta serlo usted y amante defensor de todos los cubanos como lo quiso Martí, ser revolucionario en Cuba todavía fuera un honor.
Otras cosas de su discurso también me ayudaron a elevar considerablemente el respeto que siento por su persona, que valentía y qué ejemplo de civismo democrático presentarse a discutir su proyecto de gobierno con quienes se empecinaban en no aceptarlo, cuantos gritos, amenazas, improperios y hasta ataques sufrió solo por respeto a su pueblo, porque esos que lo negaban también son parte de su pueblo, equivocados o no, tenían derecho a disentir y usted se empecinaba en respetarlos y explicarles.
Presidente usted le enseño al mundo una lección importante, ¨un presidente es parte de su propio pueblo¨, no un amo que impone sus criterios a base de terror o poder, al discutir sus ideas directamente con quienes se empecinaban en no aceptarlas usted demostró el mayor de los respetos hacia las diferencias y hacia el derecho que tienen los demás a disentir. Ellos, los que le enfrentaban, fueron los que no aprovecharon la oportunidad histórica que usted les brindo de conversar y llegar a acuerdos de mutuo provecho, pero nadie podrá acusarlo de imponer su punto de vista.
Hay algo más que necesito decirle, por su propio discurso supimos que un policía ecuatoriano en estos momento gana alrededor de 700 dólares mensuales, sin incluir horas extras o algún otro plus por las condiciones especiales de trabajo, no sé si fue pena, impotencia u otro malvado sentimiento lo que provoco en mi esa afirmación, nuestros ingenieros cobrando 400 pesos demorarían sin gastar un solo centavo casi 5 años en llegar a la cifra de 700 dólares ganados.
No es necesario recordarme la cacareada tesis de que en su país como en muchos otros países capitalistas las personas tienen que pagar algunos servicios que nosotros adquirimos aparentemente gratis, es verdad, pero también es cierto que el principal de esos caros servicios que antes pagaban, los servicios de salud pública, ahora lo reciben de forma totalmente gratuita y en mejores condiciones, si lo comparamos con el estado de nuestros arruinados hospitales. Y por desgracia para nosotros las mejoras para ustedes no cambian aun el estado de nuestros ingenieros, obreros y trabajadores quienes continúan ganando el sueldo de un policía ecuatoriano de un mes en 60 o más meses de trabajo continuado. Y con total respeto le pregunto a usted, ya que nuestros gobernantes jamás nos harían acreedores de una explicación, si ustedes con esos sueldos pertenecen al tercer mundo, ¿entonces en qué mundo vivimos los cubanos?
¿Por qué el Alba, ¨la justa y necesaria unión revolucionaria latinoamericana¨, además de regalar los servicios médicos y el acceso a la educación de quienes cobran en un mes el sueldo equivalente a cinco años de trabajo de nuestros ingenieros no le exige al gobierno cubano que le pague un sueldo digno a sus trabajadores? ¿Por qué el Alba, que defiende una nueva democracia sin exclusiones de derechos para quienes viven en sus respectivos países, no incluye el derecho a la libertad política de nuestro pueblo entre las exigencias al gobierno cubano para ser parte de esa revolucionaria integración, ¿por qué no manifiesta que solo así es defendible por todos los países del Alba un proyecto de justicia y equidad, con verdadera democracia y libertad?
No me vaya a decir porque en Cuba existen elecciones y democracia, porque esas ingenuidades no concuerdan con la inteligencia y el respeto que demostró en su digna victoria, ¿por qué presidentes de países donde las diferencias de ideas son lógicas y aceptadas, cierran los ojos a la absurda igualdad de criterios que afirma el gobierno cubano tiene el pueblo de Cuba?, cuando en sus propios países hasta lo más simple es motivo de diferencias… ¿por qué aceptan como niños retrasados la teoría de que aquí no sucedería igual de haber libertad y democracia real?
Presidente el motivo de la crisis que vivió el Ecuador y que coloco a su gobierno en tan difícil situación, bien pudiera ser causa de una revolución en el nuestro, si nuestros revolucionarios gobernantes tuvieran el civismo de acabar con los privilegios que ellos mismos garantizan y promueven a los oficiales del ejército y del Ministerio del Interior cubano.
Solo meses atrás escuchamos a nuestro actual presidente decir que el país no podía seguir garantizando a los trabajadores algunos insignificantes beneficios que recibían a través de sus sindicatos, no solo eran insignificantes sino muy limitados en comparación con los que en otra etapa de nuestra historia disfrutaron los trabajadores cubanos. La justificación para acabar de tajo con esos beneficios fue que el país no estaba en condiciones económicas de sustentarlo, y recuerdo escuchar que no era cuestión de que no lo merecieran sino que no se podía mantener. Presidente mientras el gobierno afirma, no sin cierta razón, no poder sustentar los beneficios de los trabajadores que crean la poca riqueza material de este país, crecen los privilegios que aporta a los oficiales pertenecientes a las Fuerzas Armadas y al Ministerio del Interior, quienes gozan del derecho de ir a lugares de descanso exclusivos para ellos y sus familiares dos y hasta tres veces en un año, a precios subsidiados en casi 20 o más veces su valor oficial, reciben además del sueldo y estos privilegios otros más que incluyen jabas mensuales de aseo y de productos alimenticios, llegando en muchos casos el costo de los beneficios que reciben a ser varias veces más importantes que el propio salario a devengar por el trabajo realizado.
Sin embargo esto ocurre en el país que no puede seguir pagando algo de bienestar a quienes crean la riqueza, y quien ya declara sin rubor, la necesidad de dejar sin empleo a más de un millón de trabajadores de apenas 4millones que laboran, a su vez se da el lujo de repartir la poca riqueza creada exclusivamente entre quienes solo tienen la misión de mantener el poder y los privilegios de esos nuevos revolucionarios. Presidente mientras usted defendía el justo derecho de su pueblo de no pagar con el trabajo y el esfuerzo de los ecuatorianos privilegios de ningún tipo, a ninguna clase por poderosa que fuera, nosotros sentíamos la tristeza de saber que vivimos bajo un sistema socialista que incentiva, garantiza, protege, incrementa y defiende los privilegios a los que ostentan el poder y a quienes están llamados en cuidarles ese poder.
Apenas dos meses atrás escuche un cometario que evidencia la nueva metamorfosis que pretende imponerse por el gobierno para catalogar quienes son o no revolucionarios de este nuevo siglo, venia de una revolucionaria que se enorgullece de serlo, según los cánones oficiales de ese título, ella había viajado a Vietnam para estudiar el modelo de ¨desarrollo socialista¨ en ese país. Muchas fueron sus expresiones de encanto con la situación actual de aquel país, a una pregunta de cómo eran los servicios de salud en Vietnam, sin sonrojarse ni ver en esto defecto alguno, afirmo que allí todas las personas tenían que pagar esos servicios excepto y repito ¨excepto¨ los oficiales del ejército y los familiares de estos en su primer lazo de consanguineidad para quienes es completamente gratis este costoso e importante servicio.
Presidente le agradezco que se haya tomado el tiempo de leer esta carta, espero no la malinterprete y comience a comprender a los cubanos y su tristeza, no es delito por no saber, convertirse en cómplice de una injusticia, pero sí lo es seguir apoyando esa injusticia cuando se conoce y se comprende.
Le felicito nuevamente por su victoria, que es la victoria de la libertad y la democracia que usted defiende con su revolución, sin servicios de salud y de educación gratuitos es difícil vivir pero sin libertad es imposible, porque solo la libertad permite alcanzar lo que en beneficios puede faltar, con libertad es posible luchar por mejorar y obtener nuevos derechos y servicios, sin libertad hasta lo ganado algún día se pierde sin posibilidad de réplica, por eso me alegro que su victoria refuerce la libertad y la democracia en su país, porque así y solo así Ecuador será algún día mejor que lo que es hoy.